La isla sin nombre
Javier despertó en la orilla de una isla desconocida. El sol brillaba sobre un mar cristalino, pero algo no encajaba: cada vez que pensaba en algo, la isla cambiaba.
Primero, imaginó una cabaña, y al instante, apareció una estructura de madera con una mesa puesta. Luego, deseó agua dulce, y un arroyo empezó a fluir cerca de sus pies.
Al principio, aquello parecía un milagro. Pero pronto descubrió que la isla no solo respondía a sus deseos… sino también a sus temores.
Al recordar un naufragio, el cielo se oscureció y una tormenta rugió sobre su cabeza. Pensó en criaturas aterradoras, y sombras empezaron a moverse entre los árboles.
Javier comprendió que debía controlar sus pensamientos. Decidió concentrarse solo en lo bueno: creó un faro, un camino hacia la libertad… pero entonces, un pensamiento fugaz cruzó su mente: *¿y si nunca puedo salir de aquí?*
De inmediato, el faro se desmoronó, y las olas crecieron a su alrededor.
Desde aquel día, la isla quedó envuelta en una niebla densa, esperando a un nuevo visitante… y a sus pensamientos.
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