El coleccionista de almas
En un rincón olvidado de la ciudad, había una tienda sin nombre, oculta entre callejones donde pocos se atrevían a caminar. Dentro, un hombre de mirada profunda organizaba su colección: frascos de cristal con una luz tenue en su interior.
Cada frasco contenía una esencia única. No eran recuerdos ni emociones, sino algo más profundo: el alma misma de quienes habían pasado por su tienda.
La gente llegaba impulsada por la curiosidad o la desesperación. Algunos querían olvidar su pasado, otros buscaban sentir algo diferente. Y él, con una sonrisa tranquila, les ofrecía un trato: entregar un fragmento de su alma a cambio de lo que más anhelaban.
Con el tiempo, la colección creció, pero algo cambió. Los frascos empezaron a perder su brillo. Sus dueños, lejos de encontrar felicidad, vagaban con una sensación de vacío inexplicable.
Una noche, la tienda desapareció sin dejar rastro. Solo quedaron los frascos, ocultos en rincones de la ciudad, esperando ser encontrados… o liberados.
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